Evangelion y su Filosofía: Existencialismo, Depresión y Cómo Aceptar que el Mundo es un Lío
Si te sientas a ver Neon Genesis Evangelion esperando otro anime de robots gigantes, te llevas una sorpresa monumental. Vale, sí, los Evas están ahí y las peleas con los ángeles son épicas, pero eso es solo la punta del iceberg. Lo que hace que Evangelion siga resonando, más de dos décadas después de su estreno, no es la ciencia ficción ni la acción, sino la reflexión brutal sobre la condición humana, la depresión y la búsqueda del sentido en un mundo que parece haberse olvidado de nosotros.
Aquí no hay héroes clásicos, ni respuestas fáciles. En vez de eso, nos topamos con personajes rotos, una trama enrevesada y un montón de preguntas filosóficas que no te van a dejar tranquilo ni mucho menos. Y todo esto envuelto en un paquetito de psicoanálisis, angustia existencial y problemas familiares. ¿El resultado? Un anime que no solo se te mete en la cabeza, sino que te hace preguntarte qué coño estás haciendo con tu vida. Así que, si te sientes listo para esa dosis de autocrítica existencial, acompáñame a desmenuzar por qué Evangelion es, básicamente, un viaje al centro de nuestras propias inseguridades.
Existencialismo y la búsqueda del sentido
Si hay algo que Evangelion nos grita desde el primer episodio es que la vida no tiene un sentido predeterminado. Es el clásico existencialismo a lo Sartre y Camus, donde somos lanzados a la vida sin un manual de instrucciones y tenemos que buscarle algún tipo de significado por nosotros mismos. ¿Y qué pasa cuando no lo encontramos? Pues ahí tenemos a Shinji, el personaje más "humano" y jodido de todo el anime. Shinji no solo está lidiando con la catástrofe de un mundo que se va al carajo por culpa de los ángeles, sino que está completamente perdido en su propio sentido de identidad.
Este es el punto central del existencialismo: si la vida no tiene sentido por sí misma, entonces depende de nosotros crearlo. Y eso es una carga pesada, porque te deja con la responsabilidad de definir quién eres y por qué haces lo que haces. Shinji, al igual que muchos de nosotros, no tiene ni puta idea de qué hacer con su vida. Se sube al Eva, pero no porque quiera ser un héroe o salvar a la humanidad, sino porque se lo han pedido y, en el fondo, porque quiere que su padre lo acepte. Pero ese es el problema: está buscando un sentido fuera de sí mismo, una aprobación externa que nunca va a llenar el vacío existencial que lo carcome por dentro.
En muchas ocasiones, los personajes de Evangelion se enfrentan al vacío. Ya sea literal, como cuando combaten a los ángeles en el vacío del espacio, o metafóricamente, al enfrentarse a su propio vacío interior. Esto nos lleva directamente al concepto sartreano de la "náusea" existencial, esa sensación de asco cuando te das cuenta de lo absurdo que es todo, cuando te miras en el espejo y te preguntas "¿para qué?". En Evangelion, ese "¿para qué?" se transforma en un bucle constante: ¿para qué pelear? ¿para qué seguir viviendo? Y el problema es que no hay una respuesta definitiva, solo una lucha continua por encontrar algo, cualquier cosa, que justifique seguir adelante.
Pero aquí está el truco: Evangelion no te dice que es imposible encontrar un sentido, sino que es difícil de cojones. Los personajes intentan darle sentido a sus vidas a través de relaciones, de su trabajo, de sus responsabilidades, pero una y otra vez se encuentran con el fracaso. En lugar de decirnos que todo está perdido, Evangelion parece sugerir que la clave está en seguir buscando, incluso cuando todo parece inútil.
El infierno son los otros (y uno mismo)
Uno de los puntos más fuertes de Evangelion es cómo nos retrata la relación entre los personajes. Y aquí es donde la filosofía existencialista se cruza con el psicoanálisis de manera magistral. Si recuerdas a Sartre, él decía que "el infierno son los otros". Y si observas a Shinji, Asuka, Rei y Misato, puedes ver exactamente a lo que se refería. Cada uno de ellos está lidiando con su propia mierda interna, y al mismo tiempo, sus relaciones con los demás solo empeoran las cosas.
Shinji es un tipo que está desesperado por ser querido, por encontrar aceptación, pero no sabe cómo conectar de manera real con los demás. Asuka, por su parte, es un volcán de emociones reprimidas que descarga su ira sobre todos a su alrededor, incapaz de mostrar su vulnerabilidad. Y luego está Rei, que es básicamente un lienzo en blanco, una persona sin identidad propia, moldeada por las expectativas y deseos de otros, lo cual es un reflejo aterrador de cómo a veces dejamos que los demás nos definan.
La serie también nos muestra que nuestras relaciones son una mezcla de dependencia y conflicto. Nos necesitamos, pero al mismo tiempo, nos jodemos mutuamente. Es una constante lucha entre el deseo de conexión y el miedo a ser heridos. Shinji, Asuka y Rei están atrapados en este ciclo, donde cada intento de acercarse a los demás termina en dolor, y ese dolor refuerza sus barreras emocionales. Es un círculo vicioso que refleja lo complicado que es construir relaciones auténticas cuando ni siquiera sabes quién eres.
Y, por si fuera poco, Anno nos lanza otra bomba filosófica con el concepto del "Hedgehog’s Dilemma" o "Dilema del Erizo". La idea es que, al igual que los erizos que intentan acercarse entre sí para darse calor pero se pinchan con sus púas, los humanos intentan conectar, pero inevitablemente se hieren unos a otros en el proceso. Evangelion no te da una solución fácil a esto, porque, de nuevo, la vida real tampoco lo hace. Solo te muestra lo jodidamente complicado que es ser vulnerable y dejar que otros se acerquen.
El trauma como base de la identidad
Aquí entramos en territorio freudiano. Porque, seamos sinceros, si algo tiene Evangelion es una obsesión con el trauma. Y no hablamos solo de los traumas superficiales. Cada personaje está marcado por experiencias pasadas que definen quiénes son y cómo interactúan con el mundo. Shinji está destrozado emocionalmente por la ausencia de su madre y la indiferencia de su padre. Asuka es una bomba de inseguridades debido al abandono emocional que sufrió de pequeña. Y Rei... bueno, Rei es un caso aparte, pero incluso su vacío emocional es el resultado de la manipulación y el control que otros han ejercido sobre ella.
La idea freudiana del trauma es que nuestras experiencias pasadas, especialmente las dolorosas, nos moldean de maneras que ni siquiera somos conscientes. Y eso es exactamente lo que vemos en Evangelion. Los personajes no están tomando decisiones de manera libre y racional. Están arrastrados por sus heridas emocionales, por las expectativas no cumplidas, por el miedo al rechazo y al abandono. Es como si el pasado los mantuviera atrapados en un ciclo de autodestrucción.
El caso de Shinji es especialmente interesante porque él, más que nadie, encarna la lucha entre el deseo de aceptación y el miedo al dolor. Cada vez que se sube al Eva, lo hace buscando el reconocimiento de su padre, pero cada batalla lo deja más roto emocionalmente. Está atrapado en un ciclo de violencia que, en vez de liberarlo, lo hunde más en su depresión. Aquí es donde el concepto del "eterno retorno" de Nietzsche podría encajar, ya que Shinji está condenado a repetir sus errores, a revivir sus traumas, hasta que sea capaz de romper el ciclo y encontrar una nueva forma de ser.
La depresión y el vacío existencial
Si te quedas solo con las peleas y el mecha-action, te estás perdiendo lo más importante. Evangelion es, en el fondo, una exploración del vacío existencial y la depresión. Y lo hace de manera tan honesta y cruda que no es raro que muchos espectadores se sientan incómodos viéndola. Porque, seamos sinceros, no es fácil ver a un adolescente deprimido, incapaz de enfrentar el mundo, siendo empujado una y otra vez a situaciones que solo agravan su sufrimiento.
La serie no endulza la depresión ni la convierte en algo romántico. Shinji no es un héroe trágico con una noble causa. Es un chaval que está completamente perdido, que no sabe cómo enfrentarse al dolor que siente. Y lo peor es que tampoco tiene las herramientas emocionales para lidiar con ello. Cada vez que intenta conectar con alguien, fracasa. Cada vez que busca una razón para seguir adelante, se da cuenta de que no la tiene.
Y esto nos lleva al gran tema de la serie: el miedo al rechazo. Shinji teme que, si se muestra tal como es, será rechazado. Pero al mismo tiempo, su intento de protegerse lo aísla aún más. En cierto modo,
lo que Evangelion nos muestra es la cara más dura de la depresión: esa parálisis emocional que te impide actuar, ese miedo constante a no ser suficiente, y la sensación de que, haga lo que haga, siempre acabará solo. Shinji no puede romper este ciclo porque, en el fondo, ni siquiera sabe qué es lo que quiere. Vive en un estado de desesperación latente, donde el mundo exterior parece ser una amenaza constante, pero también lo es su propio mundo interior.
Este miedo al rechazo es algo que todos los personajes comparten. Asuka, por ejemplo, se oculta detrás de una fachada de arrogancia y autosuficiencia, pero su necesidad desesperada de validación la destruye desde dentro. A diferencia de Shinji, ella no se paraliza, sino que se lanza al combate de manera compulsiva, como si ganar fuera la única forma de demostrar su valor. Pero, como en el caso de Shinji, sus victorias no la llenan. Al final, la búsqueda de aceptación externa es un pozo sin fondo.
Y luego está Rei, el enigma emocional. A lo largo de la serie, Rei parece no tener ninguna necesidad emocional. Es como un fantasma, alguien que obedece sin cuestionar, que se sacrifica sin quejarse. Pero detrás de esa fachada de indiferencia, lo que realmente vemos es una persona que ha sido despojada de su identidad, una muñeca manipulada por Gendo Ikari, cuyo propósito en la vida ha sido impuesto por los demás. La lucha de Rei no es tanto existencial como ontológica: ¿qué significa ser humano si no tienes deseos propios? Es un vacío existencial llevado al extremo, donde el individuo no solo se enfrenta a la soledad, sino a la total anulación de su ser.
Complementación Humana: ¿Solución o Aniquilación?
Aquí es donde Evangelion lleva su discurso filosófico a un nuevo nivel, y donde entramos en el terreno de la Complementación Humana. Si todo el mundo está sufriendo, si las conexiones humanas son tan dolorosas, ¿no sería mejor simplemente fusionarnos en una única conciencia colectiva? Es el dilema que plantea el Proyecto de Complementación Humana, una especie de solución final a la soledad humana: eliminar nuestras individualidades, fundirnos en una entidad única donde no exista más el dolor, el sufrimiento ni el miedo al rechazo.
A primera vista, esto podría parecer una solución. De hecho, en muchas corrientes filosóficas y religiosas, la idea de trascender la individualidad y alcanzar una unidad espiritual o cósmica se presenta como la meta final de la existencia. Pero Evangelion nos dice que este tipo de solución es, en realidad, una forma de aniquilación. Porque, sin individualidad, sin el yo, sin el otro, ¿qué queda? La serie sugiere que el sufrimiento, por doloroso que sea, es parte esencial de lo que significa ser humano.
Cuando Shinji se enfrenta a la decisión final, elige rechazar la fusión colectiva. Aunque la serie no nos lo explica de manera explícita, el mensaje es claro: por muy dolorosa y jodida que sea la vida, la individualidad, la capacidad de ser uno mismo, de tener tus propios deseos, miedos y pensamientos, es lo que da sentido a la existencia. La Complementación Humana no es una utopía, sino una pesadilla disfrazada de salvación.
Es aquí donde Evangelion toma una postura profundamente humanista. A lo largo de la serie, los personajes buscan desesperadamente evitar el dolor, pero lo que la Complementación Humana nos plantea es que el precio de eliminar ese dolor es la aniquilación de lo que nos hace humanos. Al final, el sufrimiento es lo que nos conecta con los demás, lo que nos permite sentir, empatizar y, en última instancia, vivir.
¿Y qué significa todo esto? La importancia de aceptar la imperfección
El final de Evangelion nos deja con una conclusión incómoda, pero también profundamente filosófica: la vida es imperfecta, y eso está bien. De hecho, es la imperfección lo que le da valor. Los personajes, especialmente Shinji, pasan toda la serie luchando contra la realidad, contra el dolor, el miedo y la soledad. Pero al final, lo que tienen que aceptar es que la vida no puede ser controlada ni perfeccionada, y que lo único que podemos hacer es abrazar esa imperfección.
Y esto nos lleva a una lección existencialista fundamental: vivir con autenticidad. Al rechazar la Complementación Humana, Shinji está eligiendo vivir su vida con todas sus dificultades, con todas las emociones complicadas que eso implica. Está diciendo que, a pesar de todo, es mejor ser uno mismo, con todos los fallos y contradicciones, que rendirse a una falsa solución que elimina lo que nos hace únicos.
Aquí Evangelion nos da un giro inesperado: en lugar de darnos una lección de cómo superar nuestros miedos y encontrar una solución definitiva al dolor, nos dice que la clave está en aceptar que no siempre habrá una solución. Que lo más importante no es evitar el sufrimiento, sino aprender a vivir con él. Porque, al final, es en esa lucha donde encontramos nuestro verdadero yo.
Evangelion y la crítica al sistema: el capitalismo y la manipulación emocional
Ahora, vamos a ir un paso más allá y conectar este discurso con algo mucho más concreto: el capitalismo y la forma en que nuestras emociones son manipuladas en el mundo moderno. Porque, si te paras a pensarlo, Evangelion no solo trata sobre la depresión o el existencialismo en un vacío filosófico, sino que también refleja una crítica profunda a cómo el sistema nos explota emocionalmente.
Piensa en Gendo Ikari, el hombre detrás de todo. Gendo no es solo un padre ausente y frío; es también el símbolo del control absoluto. Manipula a todos a su alrededor —a Shinji, a Rei, a NERV, a SEELE— en su búsqueda de poder y de la reunificación con su esposa muerta. En muchos sentidos, Gendo representa la faceta más autoritaria y despiadada de un sistema que no duda en sacrificar a los individuos por un bien "mayor". Y aquí es donde entramos en territorio peligroso: el capitalismo no es ajeno a este tipo de lógica.
En un mundo capitalista, se nos empuja a buscar constantemente la validación externa, ya sea a través del consumo, del trabajo o de las relaciones superficiales. Y cuando fracasamos en alcanzar esos ideales impuestos, nos quedamos con una sensación de vacío y de fracaso personal. Evangelion refleja este ciclo, mostrando cómo los personajes son explotados emocionalmente, no solo por Gendo, sino por el propio sistema en el que viven. Sus luchas no son solo internas; son el resultado de un sistema que no les permite ser libres, que les exige sacrificarse por un bien mayor que, en realidad, solo beneficia a unos pocos.
Y aquí es donde entra en juego la crítica marxista, aunque no de manera explícita. Evangelion nos muestra un mundo en el que las estructuras de poder manipulan a los individuos, donde el sufrimiento personal se convierte en una herramienta para mantener el control. Los personajes de la serie, al igual que muchas personas en la vida real, son empujados a sus límites, explotados emocional y físicamente, y luego descartados cuando ya no son útiles. Es una crítica brutal a cómo el sistema capitalista se aprovecha de nuestras vulnerabilidades, de nuestros miedos y deseos, para mantenernos en una rueda interminable de trabajo y consumo.
La Complementación Humana, en este sentido, es una especie de reflejo extremo de este proceso: la eliminación total de la individualidad, el sacrificio absoluto del yo por un bien colectivo falso. Porque, al final, el proyecto de Gendo no es realmente por el bien de la humanidad; es por su propio interés, por su deseo egoísta de reunirse con su esposa, incluso si eso significa destruir la humanidad tal como la conocemos.
Así que, si nos quedamos con algo de Evangelion, es que la vida es un caos jodido, pero es nuestra. Y por mucho que el sistema trate de controlarnos, de explotarnos o de hacernos sentir como una mierda, lo que realmente importa es encontrar una forma de vivir con autenticidad, de abrazar nuestras imperfecciones y de luchar contra aquellos que intentan convertirnos en herramientas para sus propios fines.
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