Severance: Una distopía laboral

Imagina por un momento que tu vida estuviera partida en dos: una mitad vive fuera de la oficina, libre, ajena por completo al trabajo, mientras la otra mitad solo existe entre esas cuatro paredes, sin memoria del exterior, atrapada en un bucle infinito de reuniones, tareas y protocolos. La primera versión de ti nunca siente que trabaja; la segunda cree que nunca ha dejado de hacerlo. Lo que empieza como un sueño —¿quién no querría desconectar del todo al salir de la oficina?— se convierte rápidamente en una pesadilla. Porque, ¿qué pasa cuando una parte de ti jamás descansa?

Severance no es solo otra distopía de ciencia ficción. Su estética fría, esos pasillos interminables que parecen diseñados para perderse, los espacios asépticos que huelen a encierro, todo contribuye a crear una atmósfera que nos incomoda porque, en el fondo, nos resulta familiar. La serie juega con nuestra necesidad de descifrar misterios, de conectar pistas, pero a diferencia de otras narrativas del género, aquí lo importante no son los twists espectaculares ni la tecnología futurista. De hecho, los elementos de ficción son solo el vehículo para hablar de algo mucho más tangible: cómo el trabajo ha dejado de ser algo que hacemos para convertirse en algo que nos define, nos consume y, en el peor de los casos, nos posee.

El trabajo como alienación (literal)

La premisa de Severance lleva al extremo una idea que ya conocíamos: la alienación laboral. Pero no hablamos solo de marxismo, plusvalías o explotación económica (que también), sino de algo más visceral: la venta de nuestro tiempo, nuestra atención y hasta nuestra identidad. Lumon no solo te paga por tus horas; te divide, te fractura, te convierte en dos personas distintas. Y lo más aterrador es que, para tu "yo interno", no hay escapatoria. ¿Acaso no es eso, en cierta forma, lo que ya sucede cuando un trabajo absorbe tanto que dejas de reconocerte fuera de él?

La serie no se limita a criticar el capitalismo salvaje; va más allá y expone cómo las empresas manufacturan sumisión. Los departamentos de Lumon compiten entre sí, alimentados por rivalidades absurdas, mientras la empresa los vigila, los controla y les vende una mitología corporativa disfrazada de religión. Kier Egan, el fundador, es tratado como un profeta, y la obediencia laboral se enmarca como una virtud moral. ¿Te suena? Es la misma lógica que glorifica el hustle culture, que convierte el agotamiento en un mérito y el descanso en un pecado. Si no puedes más, el problema no es el sistema; eres tú, que no das la talla.

El activismo corporativo: cuando el cambio es solo un espejismo

En la segunda temporada (sin spoilers), Severance hace otra jugada maestra: ridiculiza la farsa del "cambio desde dentro". Las demandas de los empleados son respondidas con migajas —snacks más variados en la máquina expendedora, por ejemplo—, mientras la estructura de poder sigue intacta. Es una sátira perfecta del woke capitalism, esa tendencia de las empresas a simular escucha sin ceder un ápice de control. ¿Pides condiciones dignas? Te dan wellness programs y folletos de mentalidad positiva. ¿Exiges autonomía? Te organizan un team-building con pizzas.

Pero hay algo aún más perverso: los empleados de Lumon, los "dentris", ni siquiera tienen claro qué perderían al rebelarse. Para ellos, salir de la empresa equivaldría a dejar de existir. Y aquí la serie clava otra verdad incómoda: en el mundo real, la amenaza de la precariedad es suficiente para que muchos aguanten lo inaguantable. "Si no te gusta, vete", dicen. Pero, ¿a dónde?

Por qué Severance duele (y por qué es necesaria)

Lo genial de la serie no es su imaginario distópico, sino cómo nos obliga a mirar el presente. No habla de un futuro lejano, sino de la normalidad tóxica que ya habitamos: la obsesión por la productividad, la ritualización del trabajo, la pérdida de autonomía, la cosificación de las personas. Lumon es solo el espejo deformado de lo que ya existe: oficinas que se parecen a sectas, jefes que hablan como gurús, empleados que renuncian a vivir para cumplir horarios.

Severance no ofrece respuestas fáciles, pero sí una pregunta incómoda: ¿hasta qué punto hemos aceptado que el trabajo dicte quiénes somos? Y lo más importante: ¿qué parte de nosotros ya se ha quedado atrapada en esos pasillos?

❗ Este artículo está basado en el vídeo de Ayme Román que habla sobre la serie, se cogen muchos de los conceptos que ella allí expone. Si queréis profundizar un poco más sobre el tema aquí os dejo el enlace al vídeo: 

https://www.youtube.com/watch?v=lomKnjc-fso&t=205s&pp=ygUTYXltZSByb21hIHNldmVyYW5jZQ%3D%3D

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