Cuando el Fin del Mundo es más Fácil que el Fin del Capitalismo

A ver, vamos al grano: ¿por qué parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo? Porque el capitalismo es como ese amigo tóxico que no se va de tu vida, aunque te lo propongas. Entra aquí el "realismo capitalista", esa idea tan pegajosa de que no hay escapatoria, que este es el único juego en la ciudad, y que cualquier intento de cambio parece tan distante como un mundo sin WiFi. El capitalismo no es solo el sistema económico bajo el que vivimos, ¡es el sistema! Ha permeado tanto nuestras vidas que ni lo notamos, y peor aún, nos seduce, nos da pequeños placeres y, cuando menos te das cuenta, estás atrapado en un loop eterno de comprar cosas que no necesitas, con dinero que no tienes, para impresionar a gente que te da igual. Genial, ¿no?

Si miramos a la cultura pop, esto está clarísimo. Películas como AKIRA nos muestran futuros donde las corporaciones manejan todo y las ciudades están a punto de explotar —literalmente— en violencia y caos. Y claro, el avance tecnológico en vez de liberarte, solo intensifica el control. Estamos hablando de un futuro cyberpunk en su máxima expresión: neones, tecnología avanzada, robots y todo eso... pero en el fondo, es la misma mierda de siempre, solo que más sofisticada. Es el capitalismo disfrazado de futuro cool.

Y ahí está el truco: el capitalismo no solo te controla, te seduce. Te vende la idea de éxito, de felicidad, de amor, todo empaquetado en cosas que puedes comprar. Pero ¿qué pasa cuando el amor se convierte en una transacción? Ahí es donde el miedo al amor aparece. Porque en este sistema, amar a alguien no es solo un riesgo emocional, sino financiero. Nos han convencido de que las relaciones, al igual que todo lo demás, son algo que puedes mejorar, optimizar y, en última instancia, consumir. Cuando todo tiene un precio, incluso el amor, ¿qué nos queda? Miedo, inseguridad y ansiedad. ¿Y qué haces para lidiar con eso? Comprar más cosas, obvio.

Lo peor es que el capitalismo es tan hábil que incluso ha mercantilizado nuestra rebelión. Lo que antes eran actos de resistencia ahora son productos más en el estante. ¿El mejor ejemplo? El Joker. Ese personaje que representaba el caos, el rechazo absoluto al orden establecido, ahora es un disfraz de Halloween o un meme. El Joker ha muerto no porque haya perdido relevancia, sino porque el capitalismo lo ha absorbido, lo ha convertido en otro producto más que puedes consumir sin pensar demasiado en su significado original. Y esto no pasa solo con el Joker, pasa con casi todo símbolo de resistencia. El sistema lo absorbe, lo empaqueta, y te lo vende de vuelta.

Y no solo nuestras emociones han sido colonizadas por el capitalismo. Nuestra salud mental también ha sido privatizada. Nos dicen que si estamos ansiosos, deprimidos o estresados, es un problema individual, no estructural. Nos bombardean con pastillas, apps de meditación y retiros de bienestar que, sí, pueden ayudar, pero al final del día no abordan el problema principal: el sistema que nos aliena, que nos empuja al borde, y luego nos culpa por no poder manejarlo. Es el colmo de la privatización: hasta tu sufrimiento es una oportunidad de negocio. La ansiedad, la depresión y todos los demás males de la modernidad se han convertido en otra mercancía para venderte, en lugar de ser vistos como lo que realmente son: los síntomas de un sistema enfermo.

Pero este ciclo de consumo también ha transformado nuestra relación con el placer. ¿Te acuerdas cuando el hedonismo era un acto de rebeldía? Disfrutar la vida, vivir al límite, era una forma de resistencia. Pero ahora, el placer también ha sido absorbido por el capitalismo. Todo lo que nos da placer —desde una cena en un restaurante caro hasta un maratón de tu serie favorita— es una mercancía más. El placer ya no es subversivo, es otra forma de mantenernos atados al sistema. Y aquí es donde entra el abandono del hedonismo como una forma de resistencia real. No se trata de rechazar el placer, sino de ser conscientes de cuándo nos están vendiendo la idea de que la felicidad se puede comprar con un clic. Porque al final, el placer real no puede ser empaquetado y vendido.

Y si todo esto no fuera lo suficientemente deprimente, hay algo más que debemos enfrentar: el futuro. Nos han robado la capacidad de imaginar algo diferente. Nos movemos por tangentes, siempre calculando el siguiente paso, pensando en cómo sobrevivir un poco más dentro del sistema, pero sin realmente creer que podemos romperlo. En esto, videojuegos como Fallout son increíblemente reveladores. Nos muestran futuros apocalípticos, mundos donde todo ha colapsado... excepto el capitalismo. Las corporaciones siguen ahí, vendiéndote armas, kits de supervivencia y cualquier cosa que necesites para sobrevivir en el nuevo orden mundial. ¿Lo peor? Lo vemos y pensamos: "Sí, eso tiene sentido". No porque sea lógico, sino porque el realismo capitalista nos ha condicionado a esperar que, pase lo que pase, el sistema sobrevivirá.

Entonces, volvemos a la gran pregunta: si podemos imaginar el fin del mundo de mil formas, ¿por qué nos cuesta tanto imaginar el fin del capitalismo? Quizás porque el sistema ha hecho un trabajo tan bueno en seducirnos, en vendernos pequeños placeres y distraernos con gadgets, que hemos olvidado cómo soñar con algo diferente. Pero si vamos a cambiar algo, lo primero que necesitamos es despertar de ese sueño. Necesitamos volver a soñar, a imaginar un futuro donde no tengamos que sobrevivir bajo las reglas de un sistema que nos devora.

Porque si no podemos imaginar un futuro sin capitalismo, estamos condenados a vivir en este ciclo interminable de crisis, consumo y apatía. Y, al final del día, el verdadero fin del mundo no será un cataclismo climático o una guerra nuclear. El verdadero fin del mundo será nuestra incapacidad para imaginar algo mejor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Smartphone como Símbolo del Realismo Capitalista y Herramienta de Resistencia

Cuestión migratoria y discursos de odio: ¿Cómo podemos analizar el fenómeno desde un punto de vista materialista? (l)

Michel Clouscard y la Lucha Contra el Neo-Capitalismo