General Grievous: Una Tragedia del Capitalismo Galáctico

Vamos a hablar de un personaje que, si se le mira bien, deja en ridículo a cualquier héroe de la saga. Y no porque sea mejor ni peor en habilidades, sino porque detrás de su máscara de villano galáctico hay una historia que apesta a capitalismo, a explotación y a esa “mano invisible” que nos arrastra al abismo. Estoy hablando del General Grievous, aunque él mismo no se reconocería por ese nombre, porque antes fue Qymaen jai Sheelal, un guerrero kaleesh con un corazón humano y un mundo a su cargo que amaba. Y vaya si lo amaba; lo suficiente como para vender su alma en nombre de su gente, solo para darse cuenta al final que el precio era demasiado alto.

La historia de Grievous es la historia del que lo da todo, incluso a sí mismo, para intentar salvar su mundo. Al inicio, Qymaen era un líder de su gente, los kaleesh, y el planeta Kalee era su hogar, un lugar que probablemente ni la República sabía que existía. Hasta que llegaron los bancos, el comercio y la diplomacia “galáctica”, claro. Entonces, su mundo se convirtió en otra ficha en el tablero de poder de la República, una casilla en la que nunca pidieron estar, pero donde los metieron a la fuerza. A Kalee le cayeron de golpe las invasiones de otros mundos, el saqueo de sus recursos y, de paso, la deuda. Porque eso es lo que hacen las grandes potencias, ¿no? Aparecen de la nada, te invaden o te “ayudan” con sus préstamos y, de repente, estás atrapado en una telaraña de pagos imposibles, con intereses que te van ahogando hasta que no puedes ni respirar. Y a Grievous le tocó el papel de líder, el que tenía que ver cómo su gente sufría mientras la República y sus banqueros galácticos ponían las manos en sus riquezas.

Así que, ahí tienes a nuestro hombre: un guerrero que no quería otra cosa más que defender a los suyos, pero que tuvo que enfrentarse a la maquinaria de poder más grande del universo. Porque, claro, ¿qué va a hacer la República? ¿Perder tiempo en la miseria de Kalee? ¡Ja! Ellos simplemente pusieron una deuda brutal y luego le dieron la espalda. Así es como funciona el capitalismo intergaláctico: no les importa ni una mierda si tu planeta colapsa o si la gente muere de hambre. Lo único que les importa es el control, y si para eso tienen que dejarte endeudado por generaciones, lo harán sin pestañear.

Qymaen luchó con todo lo que tenía, y en el proceso perdió a su amor, a esa persona que le daba algo de humanidad en medio del caos. A cada batalla, a cada ataque, el dolor iba moldeando su mente. Era como si todo el amor que sentía por su pueblo se fuera convirtiendo en odio, en una sed de venganza que lo fue devorando desde adentro. Es difícil describir la transición de Qymaen a Grievous sin hablar de traición, de una traición lenta y dolorosa, que empieza con la pérdida y termina en la deshumanización. Su vida dejó de ser suya, y en el intento de salvar Kalee, terminó vendiéndose a los banqueros y a la Confederación de Sistemas Independientes, los supuestos rivales de la República. Porque así es como funciona el sistema: si te hunden en deudas, después solo te queda escoger entre ahogarte o entregarte al mejor postor. Y el mejor postor, en este caso, no fue la República sino la Confederación, que lo aceptó y le prometió ayuda, aunque claro, con condiciones. ¿Y cuáles son esas condiciones? Fácil: te usan como el arma perfecta, te arrancan lo que queda de tu humanidad, y listo. Ya no eres tú, eres una máquina de guerra, un esclavo de lujo al que le han vendido la promesa de salvación para su gente, aunque sea en nombre del caos.

Y aquí estamos, con Qymaen ya convertido en el General Grievous, un cyborg desalmado y retorcido, pero con un único objetivo: acabar con los Jedi, con la República y con todo lo que alguna vez lo oprimió. Lo que es irónico es que, al final, el sistema que odia es el mismo que ahora lo controla, y él es solo otra herramienta. Porque la Confederación no es mejor que la República. No hay buenos aquí. Solo hay una maquinaria de poder dispuesta a aplastar todo lo que se interponga en su camino, y Grievous es un peón en este juego, una bestia que han moldeado, al que le han arrebatado hasta el alma, pero que sigue creyendo que es libre.

Cada sable de luz que colecciona es como una medalla de honor en su cruzada contra el imperio de los ricos y los poderosos, pero es una cruzada vacía, porque no le da nada de vuelta. Se ha convertido en ese tipo de villano trágico, que en su intento de resistir termina por desmoronarse en su propio odio. Es la paradoja del poder en este sistema: te ofrecen las armas, te dan un propósito, pero en cuanto ya no eres útil, eres reemplazado, descartado. Grievous se ha convertido en esa maquinaria del capitalismo galáctico que tanto despreciaba. Todo lo que fue, todo lo que pudo ser, ha sido arrancado de él. Y lo peor de todo es que sigue luchando, sigue coleccionando trofeos de una guerra que nunca le dará la victoria, porque en el fondo, ¿qué es lo que gana? Solo más destrucción, más vacío.

¿Y cómo lo miran desde arriba? Para la Confederación y sus banqueros, Grievous no es un héroe ni un mártir. Es una inversión, un producto mejorado. Algo que pueden usar y desechar cuando el momento llegue. Su vida, su historia, su tragedia, no significan nada para ellos. Es solo una máquina más en su plan, y en cuanto se desgaste, en cuanto pierda su eficiencia, encontrarán otra cosa. La Confederación y la República, al final, son dos caras de la misma moneda. Y Grievous, un hombre que empezó queriendo salvar su hogar, ahora no es más que una marioneta en manos de esa misma maquinaria que se llevó a su amada y a su gente.

Si alguna vez hubo esperanza en Grievous, si alguna vez fue un hombre de carne y hueso con un propósito, eso se lo robaron hace mucho tiempo. Lo dejaron seco, vacío, un cascarón que sigue peleando porque ya no sabe hacer otra cosa. Porque en el fondo, eso es lo que el sistema quiere de nosotros: que no tengamos otra cosa en la vida más que trabajar, consumir, y luego morir sin haber encontrado lo que buscamos. Grievous es el epítome de eso. Es el trabajador alienado, el que ha dado su cuerpo y su mente a una causa que ni siquiera entiende del todo, pero a la que está encadenado. Ha sacrificado todo, y por cada sacrificio solo ha obtenido más dolor, más alienación, hasta el punto de convertirse en una bestia sin alma.

Entonces, cuando lo veas en Star Wars, con sus cuatro brazos, sus sables de luz robados, y esa ira que lo consume, recuerda: no estás viendo solo a un villano. Estás viendo una advertencia. Una advertencia de lo que sucede cuando nos dejamos atrapar por un sistema que no nos ve como personas, sino como recursos, como piezas reemplazables.

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https://www.youtube.com/watch?v=BJQOWstIktk

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