Star Wars: Entre Samuráis, Existencialismo y la Rebelión contra el Imperio

La historia de Star Wars va mucho más allá de peleas de sables láser y naves explosivas, aunque eso es lo que primero engancha. Si miramos bien, debajo de toda esa parafernalia futurista, hay un viaje filosófico, unas referencias cinematográficas y un mensaje que, aunque muchos no ven, tiene algo de declaración contra el mundo que habitamos. Y, claro, ¿cómo no mencionar a Kurosawa? La sombra de Akira Kurosawa está en casi cada rincón de Star Wars, desde los personajes hasta las tomas, pasando por la esencia misma de la lucha de los Jedi y el Imperio. Lucas, lejos de ocultarlo, se abrazó a esa influencia como quien encuentra en el cine japonés y en sus samuráis una mitología paralela. La fortaleza escondida, un clásico de Kurosawa, es básicamente el ADN de la saga.

Piénsalo: Kurosawa, con sus samuráis cabizbajos y sus historias de lealtades que desafían la muerte, nos da una tradición que trasciende fronteras y se mete de lleno en los Jedi. Estos tipos van con túnicas, con códigos morales inquebrantables y, aunque la galaxia se caiga a pedazos, ellos se mantienen firmes en su papel. Los Jedi son samuráis futuristas, en teoría nobles y disciplinados, pero... ¿de verdad? A veces, si los miramos de cerca, te das cuenta de que estos monjes-guerreros no son precisamente las personas que quieres invitar a tu fiesta. Siguen un código tan rígido, que es como si vivieran en una burbuja, lejos de las emociones que hacen al ser humano. Se supone que representan "el equilibrio", pero hay algo casi irónico en cómo, al intentar evitar cualquier apego o pasión, terminan por hacerle espacio a una corrupción muy particular, una frialdad que, al final, los desconecta del resto de la gente. ¿Cómo puedes proteger a los demás si no puedes entenderlos?

Por otro lado, ahí están los Sith. Los Sith, para bien o para mal, viven la vida en todo su esplendor emocional, con rabia, con deseo, con hambre de poder. Todo lo que los Jedi reprimen, los Sith lo explotan al máximo. Y claro, ¿es malo? Seguro que sí, pero hay algo de honestidad en ellos que, comparado con la represión Jedi, te hace preguntarte si no estamos más cerca de los Sith de lo que pensamos. Los Jedi podrían decir: “Somos la paz, el orden”; los Sith, en cambio, gritan: “¡Somos auténticos!” Son como esas personas que, aunque sabes que te traerán problemas, no puedes evitar sentir que, al menos, son reales. Es una dualidad que resuena con esa eterna lucha humana entre la razón y la emoción. Y, de alguna manera, los Sith nos muestran un poco de lo que pasa cuando se desata todo ese deseo reprimido: arrasan con todo a su paso. Pero en ese arrebato también hay una especie de libertad que, a lo mejor, la disciplina Jedi nunca podrá alcanzar.

Ahora, Star Wars también se carga de mensajes sobre poder, resistencia y, bueno, los efectos de tener una estructura tan grande que devora todo a su paso. El Imperio es más que un malvado común, es una mega-corporación galáctica: hay burócratas, hay una máquina de guerra imparable, hay un emperador que no solo controla el poder, sino que lo disfruta en su trono mientras aplasta a cualquiera que no se le someta. Es una especie de "organización todopoderosa" que controla el universo a base de fuerza y control. Todo muy poético, sí, pero dime si esto no suena familiar en nuestra propia realidad. ¿No vivimos rodeados de estos gigantes que se comen los pedazos de libertad a cambio de una falsa estabilidad? La resistencia, en cambio, es pequeña, desorganizada, diversa y, aunque todos parecen locos, están unidos por la única idea de que no quieren seguir ese esquema.


Lucas le da a la Rebelión ese aire de movimiento underground, de algo que emerge desde abajo, contra todo pronóstico. No es una estructura perfecta ni bien equipada; de hecho, muchas veces parece más una banda de marginados que un ejército bien armado. Pero ahí es donde la magia ocurre: en el hecho de que los héroes, lejos de tenerlo todo resuelto, son un conjunto de almas perdidas, cada una con su historia y sus motivos. Y esto es una genialidad, porque, al final, el espectador no se identifica con un solo héroe, sino con esta causa llena de imperfecciones y contradicciones. No es una lucha entre iguales; es una lucha del "pueblo" (si queremos llamarlo así) contra algo tan aplastante que parece absurdo pensar que tienen alguna posibilidad de ganar. Y eso hace que cada pequeña victoria sea monumental, porque vemos que, aunque ellos son los perdedores por defecto, al final son los que están dispuestos a sacrificarse por algo que realmente les importa.

Además, los personajes de Star Wars tocan de manera sorprendente esos dilemas existenciales que tenemos todos. ¿Quién no ha sentido la tentación de renunciar a todo y dejar que el lado oscuro haga lo suyo? En la vida diaria, ese "lado oscuro" es básicamente todo lo que deseamos pero sabemos que, si lo seguimos, nos lleva por un camino de consecuencias. Luke, Anakin, todos tienen momentos donde enfrentan esas decisiones que, para nosotros, son una especie de reflejo: resistirse o dejarse llevar por las emociones y los deseos más profundos. Así como Luke tiene que decidir si enfrenta a su padre o simplemente lo deja, todos tenemos esos momentos de enfrentarnos a las sombras de nuestras vidas, esas cosas que nos retan a ver hasta dónde podemos llegar antes de perder lo que creemos ser.

La tecnología y la ciencia en Star Wars también tienen una doble cara. Por un lado, se nos muestra el lado más asombroso del progreso: viajes espaciales, armas y poderes que parecen magia, droides con personalidad. Pero, por otro, hay una advertencia de lo que ocurre cuando esa tecnología se convierte en una herramienta de dominación. El Imperio se vale de máquinas para oprimir, para homogeneizar, para controlar. La tecnología, en el lado de los rebeldes, es sucia, es improvisada, es... humana. Quizá Lucas está dejando caer una observación importante aquí: no es la tecnología en sí misma lo que define su valor, sino quién la usa y para qué propósito. Los droides, a diferencia de las naves de guerra, reflejan esta ambigüedad; son compañeros, herramientas y, a veces, personajes con sus propios deseos y temores.

 

Por último, hay una nostalgia que recorre todo el universo de Star Wars, un lamento silencioso por tiempos mejores, por ideales y formas de vida que parecían más simples. Pero aquí la nostalgia no es solo por el pasado, sino también una crítica a la manera en que el poder borra la historia, cómo el Imperio se dedica a erradicar todo rastro de lo que vino antes para implantar su propia versión de los hechos. Esta nostalgia es la chispa que enciende a los personajes, que les da una razón para resistir, para pelear, porque saben que, sin esa memoria, no son nada.

En este sentido, Star Wars no es solo una aventura galáctica; es un grito de humanidad, un recordatorio de que, aunque la oscuridad parezca ganar, siempre queda espacio para resistir.

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