Para leer al Pato Donald

Dominación cultural, hegemonía y el mito del "buen salvaje" son algunos de los temas centrales en el libro Para leer al Pato Donald. En esta obra, Ariel Dorfman y Armand Mattelart exploran cómo las historietas de Disney, lejos de ser simples entretenimientos, esconden mensajes políticos y sociales profundos. A través del análisis de estos cómics, los autores revelan cómo los medios de comunicación, especialmente en países anteriormente colonizados, han difundido un imperialismo cultural disfrazado de inocencia. A lo largo de seis capítulos, Dorfman y Mattelart desentrañan la influencia política que las historietas de Disney, especialmente las del Pato Donald, ejercieron sobre América Latina, con un enfoque particular en el caso de Chile.

Portada del libro Para leer al Pato Donald.

El primer capítulo del libro examina cómo las historietas de Disney presentan un universo donde las relaciones familiares carecen de complejidad sexual y generacional. Los personajes principales, que a menudo son tíos y sobrinos, parecen estar atrapados en una dinámica que evita cualquier connotación sexual, según los autores, para mantener una apariencia de inocencia. Esta eliminación del conflicto generacional, sin embargo, transforma las relaciones familiares en un espacio de autoritarismo, explotación y arbitrariedad. En este contexto, la armonía familiar se ve fracturada, permitiendo la introducción de personajes nuevos sin romper la continuidad de la historia.

El libro también analiza cómo el uso de animales antropomórficos en el universo de Disney impacta la percepción de niños y adultos. Al representar a estos personajes animales con mentalidades humanas, las historietas sugieren un mundo perverso y culpable. Los niños, en particular, son retratados como responsables y maduros, pero solo aquellos que viven en la ciudad. Esta representación refuerza una dinámica de dominación, donde los niños y adultos de áreas rurales o periféricas están subordinados a una autoridad paternalista, perpetuando la idea de dominantes y dominados.

En los capítulos segundo y tercero, Dorfman y Mattelart profundizan en la dicotomía entre lo urbano y lo rural. Los destinos exóticos que aparecen en las historietas, evocan la conquista y colonización de América Latina, donde los habitantes locales son retratados como "buenos salvajes". Estos personajes, presentados como ingenuos y simples, intercambian riquezas incalculables por baratijas, reforzando la noción de desigualdad disfrazada de igualdad. Aquí, el forastero capitalista es el salvador, mientras que el saqueo realizado por él no se considera un crimen, destacando la supremacía de la cultura estadounidense como portadora de progreso y bienestar.

Historieta extraída del libro Para leer al Pato Donald

El cuarto capítulo del libro aborda la idea de un mundo de recursos ilimitados, como el oro, que se encuentra en abundancia sin esfuerzo. Este concepto de riqueza infinita elimina la necesidad de mostrar los procesos de extracción, lo que borra la existencia de la clase obrera que realiza el trabajo duro. De esta manera, el consumismo se presenta como una consecuencia natural en un mundo donde los recursos parecen surgir sin dificultad.

Otro punto tratado en el libro, específicamente en el quinto capítulo, es la idea de que las soluciones y los éxitos surgen por casualidad. Las historietas muestran que las ideas exitosas aparecen de repente, sin necesidad de esfuerzo, siempre en contextos comunes y cotidianos. Esta narrativa simplifica y trivializa el logro personal, presentándolo como algo al alcance de cualquiera, sin mayor mérito.

 Historieta extraída del libro Para leer al Pato Donald

Finalmente, en el quinto capítulo, se destaca la paradoja en el universo de Disney, donde todo parece moverse pero a la vez permanece estático. Los personajes están atrapados en un ciclo perpetuo de consumismo, donde la realidad se homogeneiza y las aventuras fuera de Patolandia pierden su exotismo original. Los cambios, incluso aquellos que podrían considerarse positivos, son resistidos por los personajes, subrayando la naturaleza inmutable de este mundo ficticio.

En conclusión, Para leer al Pato Donald revela cómo las historietas de Disney no son meras historias para niños, sino vehículos para un único modelo económico, político y social. Este modelo impone una cultura consumista y casual, donde la cultura estadounidense se presenta como salvadora y saqueadora a la vez, perpetuando un estilo de dominación capitalista en todo el mundo.

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